viernes, 12 de marzo de 2010

Tempus fugit.

La vida pasa tan deprisa como un parpadeo, a veces parece que apenas durase unos minutos, o unos segundos...
Y en ese corto instante que tardas en cerrar y abrir los ojos tienes que hacer muchas cosas, precisamente esa preocupación por hacer de un instante una eternidad llena de historias que contar es lo que hace que nos olvidemos de lo más importante, vivir.
Las personas pensamos que las cosas que tenemos van a estar ahí siempre y que podemos parar y prolongar el tiempo a nuestro antojo, como reyes que, sentados en su trono, juegan con un reloj de arena a hacer y deshacer cuanto quieren... y, a lo tonto, el tiempo se nos va y con él todo lo que vivíamos y no sabíamos apreciar, todos los propósitos que fuimos posponiendo a un mañana que nunca llegó, todas las palabras que faltaron por decir y todos los sentimientos frustrados que encerramos en nuestro interior. Y, mientras tanto, el tic-tac del reloj sigue sonando, condenando a un eterno olvido cada segundo vacío que pasa, como si no hubiera existido nunca.

Pero algún día llegará el momento en el que nos paremos a mirar atrás y descubramos que, en tantos años, no hemos vivido nada, entonces nos preguntaremos si algo de lo que hemos hecho, por mínimo que sea, ha mejorado nuestra vida... pero, por desgracia, suele ser demasiado tarde para remendar los rotos que dejamos en el ayer y rellenar los espacios vacíos que malgastamos y desterramos a un poderoso y ancestral olvido; y esa impotencia es la que nos hace ver que hemos perdido el tiempo.
Y, por desgracia, éste nunca vuelve a buscarnos.

¿Qué harías si te enteraras de que te quedan apenas unos meses de vida? Si la respuesta es vivir quizás deberías empezar ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario